Los hinchas de River pidieron la continuidad de Cavenaghi y Domínguez. Foto: canchallena.com |
Lo sé perfectamente. Estoy seguro que esperaban que escriba
sobre la Selección Española y su tercer gran título consecutivo. Pero no voy
a ir a lo fácil, a pesar de que signifique el ejercicio más placentero para
cualquier amante del fútbol con ganas de volcar sus pensamientos más románticos.
Ya está todo dicho sobre el mejor seleccionado del mundo. Y sino los invito a
releer mi post del 19 de junio, “Altos, guapos y humildes”, en el cual expresé
muchos conceptos que podría volver a utilizar hoy si me dispongo a analizar el
porqué de tanto éxito de un equipo que demostró saber ganar después de
ganar.
Hablemos de River. Con permiso del afortunado
público español, exultante tras su nueva conquista continental, decidí viajar
hacia el otro lado del charco para desmenuzar los conflictivos días posteriores
al trascendental regreso de River Plate a la máxima categoría del fútbol
argentino. Y si. Definitivamente me gusta meterme en líos, como a Matías Almeyda, cuya decisión de no contar con Fernando Cavenaghi y Alejandro Domínguez fue tan coherente en lo futbolístico como desprolija en
las formas. Coherente por inclinarse por un estilo específico y evitar
divismos en el plantel, más allá del resultado que obtenga. La
incompatibilidad de ambos con David Trezeguet, dentro y fuera del campo, fue
tan notoria como perjudicial para el equipo. Y desprolija porque las maneras que utilizó opacaron una medida que podía ser discutida pero también comprendida y hasta aceptada sin reproches.
Tras el ansiado ascenso, atrás quedaron la traumática tensión y el posterior desahogo, pero en cuestión de horas, el club pareció volver a vivir desencuentros propios de las instancias previas al catastrófico descenso: las bajas inesperadas de Cavegol y el Chori desataron el enfado de los hinchas, quienes rápidamente llevaron a cabo un banderazo como protesta a la medida tomada por Almeyda, aunque lejos estuvieron de cargar contra el técnico y apuntaron contra el actual presidente de la institución, Daniel Passarella. Pero vayamos por partes…
Tras el ansiado ascenso, atrás quedaron la traumática tensión y el posterior desahogo, pero en cuestión de horas, el club pareció volver a vivir desencuentros propios de las instancias previas al catastrófico descenso: las bajas inesperadas de Cavegol y el Chori desataron el enfado de los hinchas, quienes rápidamente llevaron a cabo un banderazo como protesta a la medida tomada por Almeyda, aunque lejos estuvieron de cargar contra el técnico y apuntaron contra el actual presidente de la institución, Daniel Passarella. Pero vayamos por partes…
El sentido de la protesta. En primer lugar, es
saludable detenerse a pensar el motivo del reclamo. Los hinchas justificaron su
descontento pidiendo la continuidad de ambos jugadores hasta llegar a límites
que rozan la idolatría. Pero pregunto, tanto al Torito como al Chori ¿les cabe dicho rótulo hasta elevarlos a
la altura de los Francescoli, Alonso, Ramón Díaz u Ortega? ¿O es una declaración
de amor también utilizada para increpar el actuar de Passarella?. Sinceramente y
con todo el respeto que me merecen como buenos futbolistas que son, creo
exagerada tal denominación. Hay que separar. Ser ídolo de River está al alcance
de unos pocos. La calidad de la idolatría no debería devaluarse en función del
presente que vive el club. Sin dudas, ambos merecen el cariño recibido pero las glorias nombradas ocupan un sitio difícil de alcanzar. No obstante, considero que el agradecimiento por parte del hincha con ellos debe ser
eterno, porque al margen de la situación particular de cada uno en sus
respectivos equipos anteriores a esta aventura en Núñez, no era nada sencillo
pegar la vuelta en un momento tan delicado como el que le esperaba a River en la
B Nacional.
Las formas. Por otro lado, los
seguidores millonarios mostraron su desacuerdo por la manera utilizada para comunicar la decisión pero la esencia de la protesta siempre estuvo relacionada al pedido de continuidad de la dupla. Y aquí hay dos
temas en uno. Si el reclamo son las formas, sin dudas tienen la derecha. Ahí el
entrenador pecó de poca clase. No estuvo fino. Cuando dos referentes, uno de ellos
el capitán del equipo, se van por la puerta de atrás aún tras haber conseguido
semejante objetivo, la cuestión puede definirse cuanto menos desprolija. Cave y
Chori merecían otro trato y, por ende, una despedida diferente. Eso ante todo. Pero si por el contrario, la protesta por las formas empleadas actuó como
excusa para pedir que sigan, inmediatamente toma relevancia el proyecto que tenga el
entrenador en su cabeza…
La parte futbolística. Aquí surge otra
cuestión interesante que invita al análisis. Porque no hay dos sin tres.
Mientras Trezeguet, de presencia influyente en el camino del ascenso, se adueñó de la mayor parte de los elogios debido principalmente a sus goles,
Cavenaghi bajó acentuadamente su rendimiento y su efectividad en la red. Fue
notoria la evolución de uno en detrimento del progreso del otro. Y ahí juega el
papel de Almeyda: si la medida es solamente futbolística y el técnico considera
al delantero francés como prioridad, la decisión de prescindir del Torito es
lógica ya que la comunión entre ambos compañeros careció de fluidez en todos los aspectos. Nadie duda de la calidad que atesoran los damnificados pero es evidente la ausencia de química que hubo entre ellos y el Rey David a lo
largo del campeonato. Está fuera de toda discusión que ambos futbolistas, por sus condiciones,
son adaptables a cualquier estilo de juego y tienen la capacidad suficiente para
triunfar adonde vayan. Almeyda lo sabe, pero también es consciente que ciertos
matrimonios de conveniencia no duran más de un tiempo. Y el de Cave-Chori con Trezeguet
obligaba a quedarse sólo con una de las partes.
A su vez, el hecho de cederle la
capitanía a Cavenaghi no fue un acto de incoherencia si lo relacionamos con
este final, porque no tenía sentido pegar un volantazo a mitad de temporada con
todo lo que se jugaba el club. No por nada el Torito fue el primer jugador
reemplazado en más de una ocasión, inclusive en el partido definitorio.
Indudablemente, Almeyda no necesitaba comportarse de este modo para tomar
dichas decisiones. Demostró falta de tacto para manejar la situación y desató una guerra civil innecesaria con dos
referentes del plantel. Aún así, el árbol no debería tapar el bosque.
El nivel futbolístico de Cavenaghi y Domínguez, en la segunda parte de la
competición, no fue el esperado. Y ante la inevitable elección, el técnico, que tenía todo a favor para reafirmar su liderazgo ante el grupo aún mediante una decisión antipopular, se compró el traje de villano en una película que parece no tener fin.
A ambos les "cave" el titulo de Idolos del club junto a los mas grandes, de una forma u otra, cada jugador se gana ese titulo gracias a sus actos. Siempre se los recordara como los 2 jugadores que dejaron todo y se la jugaron con toda la humilda en el momento mas dificil de la historia del club.
ResponderEliminarMe sumo al comentario. Es imposible pensar en las idolatrías de River sin pensar en un contexto, sea o no más pobre que el de otro momento de la rica historia millonaria. En el peor contexto, en el peor momento de su historia, Cavenaghi y Domínguez eligieron exponerse ellos, sus historias personales, sus nombres y pusieron el cuerpo. Otros, en cambio, prefirieron opinar acerca del momento de River desde la comodidad de algún otro lugar. Eso los pondrá por siempre en la altura de ídolos. Passarella lo fue y con sus acciones como DT, primero, y como Presidente, ahora, lo está perdiendo o lo perdió (en mi caso). En cuanto a Almeyda, creo que pagará muy caro su "error" en el procedimiento de salida de estos nuevos ídolos de River. Una lástima, todo!
ResponderEliminarGracias a los dos por participar! Bien argumentados los comentarios, pero ninguno se refirió a la parte futbolística ni a la relación de Cave y Chori con Trezeguet que, según mi entender, afectó el rendimiento del equipo. Saludos!
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