sábado, 28 de julio de 2012

Para toda la vida


La ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos es el evento que refleja la espectacularidad de una competición única.



Me resulta muy difícil sentarme a escribir cuando no hay fútbol de manera regular. Lo admito. Teniendo en cuenta el afán que existe por parte de todo el mundo de opinar infinidad de veces alrededor de un tema, se vuelve complicado reflejar en la pantalla pensamientos que además de interesantes sean originales. Pero cuando por un instante pienso en acompañar el receso futbolero con mi pasividad periodística, enseguida me recorre un veneno por dentro que me obliga a enfrentar la situación. Ese intenso subidón me aconseja elaborar para relajarme, para ser yo mismo. Y aquí estoy de nuevo, esperando deleitarme tras las expectativas que giran en torno a los Juegos Olímpicos de Londres 2012 que acaban de iniciarse.

Siempre pensé en lo afortunado que son los deportistas que llegan a ser partícipes de semejante evento. No porque no lo merezcan, claro, sino por haber encontrado su premio gracias a tanto esfuerzo en un suceso de tal magnitud. Representar a un país, en cualquier circunstancia, provoca una sensación única, imposible de comparar con cualquier otra, pero lo es todavía más en una cita olímpica, cuya esencia está marcada por tres puntos perfectamente definidos: el espíritu amateur, que hace posible que las grandes figuras de nivel mundial recuerden el verdadero sentido del deporte; el compromiso, no sólo el individual, sino el creado alrededor de un macro equipo compuesto por todos los deportistas del país y, por último, el ambiente, generado por la calidez de las horas compartidas: todas las disciplinas están pendientes de las demás creando un clima inolvidable. Tanto las estrellas de siempre como las otras, las de menor renombre, brillan con la misma intensidad en una Villa Olímpica que nunca apaga sus luces. El generoso intercambio de culturas se sucede constantemente a todas horas, siempre sostenido por el sentimiento hacia el lugar que los vio nacer. El sentido de pertenencia en su estado más puro.
Frente a este escenario, me puse a pensar en aquellos deportistas que vivirán esta experiencia por primera vez. Pienso en los integrantes de los seleccionados de Fútbol de España y de Uruguay, ausentes en Pekín 08, pienso en Juan Martín Del Potro, quien vivió por televisión todos los Juegos anteriores y, por supuesto, en todos aquellos deportistas de élite que se estrenarán en Londres a lo largo de este mes.
Todos los debuts son únicos, no sólo en la obviedad del acontecimiento sino también, y sobre todo, en el entusiasmo del mismo. Recuerdo mi debut con General Lamadrid en la Primera B Metropolitana y ese cosquilleo previo al momento cumbre me resulta difícil describirlo con precisión. Se producen un cúmulo de imágenes imposibles de ordenar. La emoción se instala por un buen rato y la huella se queda para siempre. Sigo pensando mientras imagino, para los deportistas olímpicos que debutan, sensaciones parecidas a las mías pero elevadas a la enésima potencia y multiplicadas por mil. 
Mi debut fue breve y a la vez inolvidable. Fueron quince minutos que por la tensión parecieron muchos más. Quizás por eso no lo olvidaré jamás. Reconozco que el 0 a 0 final ante un Atlanta puntero en la cancha del Deportivo Español influyó para que “mi” día acabara mejor, pero yo ya me sentía ganador: como fruto de un esfuerzo de años, me dí el lujo de saborear la chance de jugar en Primera. Para mí, aquel martes 16 de noviembre de 2000 significó también el debut en unos Juegos Olímpicos o en un Mundial, fue como disputar la final de una Champions League o de una Copa Libertadores. Todo eso y más también. Sin exagerar.
Mi nostalgia por aquella dulce etapa con la camiseta del "Carcelero" adquiere protagonismo cuando pienso en estos deportistas que escribirán sus páginas olímpicas en tierras londinenses con el valor del amateurismo a flor de piel, como lo hacía yo en el club de Devoto. En ambos casos existe el presentimiento de que algo grande está por venir, más allá del final. Y esa grandeza del momento no se mide por el tamaño del alcance sino por su esencia.
El verdadero valor de cada deportista suele girar en función del contexto que vive, donde manda la circunstancia. En ese terreno, las sensaciones de ambas situaciones, incomparables desde el nivel pero similares en el fondo, logran unirse por la presencia del espíritu amateur.
Después de cuatro largos años, me preparo nuevamente para disfrutar de la fiesta del deporte. Por un instante, fijo la mirada y recuerdo con una sonrisa el momento más sublime de aquella tarde primaveral de Buenos Aires. Ese día quedará grabado en mi memoria para toda la vida, como tantos otros para miles de deportistas. Los que creemos vivir en un mundo donde sobran intereses y faltan más Juegos Olímpicos, lo agradecemos.


5 comentarios:

  1. - excelente.. como siempre pa.. saludos!

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  2. Excelente nota llena de nostalgia y de sentimiento, como estamos acostumbrados a disfrutar.
    Felicitaciones!!

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  3. Muy bueno el artículo Mariano. Como colega (alejado temporalmente de la profesión), ex compañero de plantel y demás, me da la pauta de tu crecimiento personal y profesional. Me pone muy contento querido. Quizás algun dia nos volvamos a encontrar vaya a saber uno en que contexto, pero seguro cerca de una cancha. Abrazo a la distancia.

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  4. muy linda nota.al leer se me vinieron recuerdos de ese dia,del partido y creo que tambien debuto el pato de central.que lindos recuerdos,abrazo

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  5. Gracias Lucas y Adrián por participar de mi aventura! Guardo recuerdos imborrables de aquella etapa que compartí con ustedes! Efectivamente, aquel día debutaron también Pato Brahim y Cristian Cieri. Un abrazo afectuoso de este lado del charco!

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