El dinero por encima de la pelota, moneda corriente en estos días sin fútbol. |
Todos los futboleros del mundo atravesamos durante este mes sensaciones diferentes a las vividas en el resto del año. Experimentamos un stress total. La adrenalina se trasladó del campo a los despachos y en la cancha sólo se atinan a ver pasadas de mil metros y pocas acciones con pelota como base para lo que vendrá. Son jornadas típicas de pretemporada en donde las cuestiones estrictamente futbolísticas se muestran en la vereda opuesta al caos que genera el mercado de pases. Que viene este, que se va aquel, que firma uno, que al final ninguno. Y así cada día dentro de una etapa que mueve a partes iguales tanto las necesidades de los equipos y los técnicos por un lado, como los intereses de los clubes y los representantes por el otro.
Resignados ante la ausencia de competiciones, nos centramos en el juego de las transferencias, cuyo plato principal tiene una gran dosis de morbo como condimento exclusivo: ¿a quién no le gusta imaginarse con la camiseta de su equipo a tal o cual figura?. Inevitablemente, para que esto suceda, tienen que darse una serie de factores que no alteren el producto, o mejor dicho su destino final. Una de las claves de un buen fichaje consiste en el acierto para escoger al jugador correcto. Fichar bien no te asegura el triunfo pero es el primer paso hacia él. Se trata de elegir a los futbolistas necesarios sin la necesidad de que sean los mejores. Para reforzarse bien no hay que incorporar a los más destacados en su puesto sino a los indicados según la necesidad del equipo. El contexto es todo.
La vorágine de nombres que sobrevuelan la superficie de los clubes abarcan las horas de noticias y las portadas de prensa. Mientras el mercado español transita sobre aguas calmas, el argentino se nutre de un sin fin de negociaciones llenas de histeria que convierten los programas deportivos en espacios del corazón. Los movimientos en el verano europeo continúan siendo el hall de entrada al palacio construido en torno a la Liga de las estrellas, a pesar de la crisis financiera que padece la Península Ibérica. De este lado del charco, los grandes fichajes tienen más que ver con futbolistas que llegan para dar su mejor versión, casi en la cresta de la ola. Se desarrollan con más naturalidad, quizás producto de proyectos más sostenidos en el tiempo: Jordi Alba en el Barcelona o Fernando Gago en el Valencia son alguno de los ejemplos más claros.
En Argentina, en cambio, destacan las operaciones originadas a partir de una burbuja de necesidades colmada por la urgencia de resultados o aquellas que encierran un generoso porcentaje de nostalgia, como el regreso de Marcos Angeleri a Estudiantes o el de Maxi Rodríguez a Newell`s Old Boys, quienes decidieron volver a su primer amor, ese que los vio crecer y los impulsó hacia el progreso futbolístico y económico. No obstante, la llegada de Román Martínez al Pincha, tras romperla en un Tigre protagonista, es la excepción a esta regla de tres tácita, que refleja que los buenos emigran a otros países. En el menú, nunca faltan "las novelas" de todos los años: la de Riquelme a Brasil, la pulseada con aroma a clásico de Avellaneda por Diego Villar, quien finalmente se mudó al Cilindro, o la "huida" del uruguayo Sebastián Sosa a Vélez que deja momentáneamente a Boca con arquero juvenil. Por su parte, la serie de menos rating parece que será la protagonizada por Racing, Lanús y Mauro Camoranesi, quien manifestó abiertamente su intención de ponerse la celeste y blanca que no se calzó en la Selección Argentina. A su vez, tampoco escasean las películas de guerra: las polémicas salidas de Fernando Cavenaghi y Alejandro Domínguez de River y la "confusión dirigencial" que padece San Lorenzo, donde se habla más de lo que se hace y donde aún no llegan los refuerzos de jerarquía, son los casos más lúcidos de dos grandes que vivieron conflictos de chicos y necesitan encontrar un poco de paz.
Este escenario de momentos frenéticos derivó, sobre todo en la última década, en el rutinario ejercicio del confeccionamiento de planteles mermados cada semestre por la marcha de jóvenes promesas que logran convertirse, en ciertos casos, en realidades a varios kilómetros de distancia. Las probables transferencias de Patricio Rodríguez al Santos brasileño o de Pablo Mouche al Kayserispor turco, ambos perfilados como las mayores esperanzas de Independiente y Boca en la actualidad, son una muestra más de una dura realidad basada en la necesidad de vender pero también del nulo sentido de pertenencia hacia un club que se vive en el fútbol argentino.
Mientras la mayoría de los jugadores de hoy cambian de vestuario ante la primera oferta tentadora, Juan Román Riquelme echó un cable a tierra demostrando en estos años exactamente lo contrario: su devoción por los colores de Boca fue proporcional a su vigencia dentro de una cancha. El último diez del fútbol argentino también fue el último gran ícono de los comprometidos con el club de su vida. Más recientemente, Enzo Francescoli, maestro de ayer y de siempre, ensayaba una chilena goleadora en el partido homenaje a Ariel Ortega, tal como lo hizo hace 26 años frente a Polonia en Mar del Plata con una definición memorable e imborrable que quedará grabada para siempre. El ídolo de Zinedine Zidane volvió unas horas para alimentarnos la vena futbolera en épocas de billetes sueltos y, sobre todo, para recordarnos el poder que ejerce sentirse parte de una camiseta, en este caso la de River, cuya propiedad parece haberse estancado en el túnel del tiempo.
En Argentina, en cambio, destacan las operaciones originadas a partir de una burbuja de necesidades colmada por la urgencia de resultados o aquellas que encierran un generoso porcentaje de nostalgia, como el regreso de Marcos Angeleri a Estudiantes o el de Maxi Rodríguez a Newell`s Old Boys, quienes decidieron volver a su primer amor, ese que los vio crecer y los impulsó hacia el progreso futbolístico y económico. No obstante, la llegada de Román Martínez al Pincha, tras romperla en un Tigre protagonista, es la excepción a esta regla de tres tácita, que refleja que los buenos emigran a otros países. En el menú, nunca faltan "las novelas" de todos los años: la de Riquelme a Brasil, la pulseada con aroma a clásico de Avellaneda por Diego Villar, quien finalmente se mudó al Cilindro, o la "huida" del uruguayo Sebastián Sosa a Vélez que deja momentáneamente a Boca con arquero juvenil. Por su parte, la serie de menos rating parece que será la protagonizada por Racing, Lanús y Mauro Camoranesi, quien manifestó abiertamente su intención de ponerse la celeste y blanca que no se calzó en la Selección Argentina. A su vez, tampoco escasean las películas de guerra: las polémicas salidas de Fernando Cavenaghi y Alejandro Domínguez de River y la "confusión dirigencial" que padece San Lorenzo, donde se habla más de lo que se hace y donde aún no llegan los refuerzos de jerarquía, son los casos más lúcidos de dos grandes que vivieron conflictos de chicos y necesitan encontrar un poco de paz.
Este escenario de momentos frenéticos derivó, sobre todo en la última década, en el rutinario ejercicio del confeccionamiento de planteles mermados cada semestre por la marcha de jóvenes promesas que logran convertirse, en ciertos casos, en realidades a varios kilómetros de distancia. Las probables transferencias de Patricio Rodríguez al Santos brasileño o de Pablo Mouche al Kayserispor turco, ambos perfilados como las mayores esperanzas de Independiente y Boca en la actualidad, son una muestra más de una dura realidad basada en la necesidad de vender pero también del nulo sentido de pertenencia hacia un club que se vive en el fútbol argentino.
Mientras la mayoría de los jugadores de hoy cambian de vestuario ante la primera oferta tentadora, Juan Román Riquelme echó un cable a tierra demostrando en estos años exactamente lo contrario: su devoción por los colores de Boca fue proporcional a su vigencia dentro de una cancha. El último diez del fútbol argentino también fue el último gran ícono de los comprometidos con el club de su vida. Más recientemente, Enzo Francescoli, maestro de ayer y de siempre, ensayaba una chilena goleadora en el partido homenaje a Ariel Ortega, tal como lo hizo hace 26 años frente a Polonia en Mar del Plata con una definición memorable e imborrable que quedará grabada para siempre. El ídolo de Zinedine Zidane volvió unas horas para alimentarnos la vena futbolera en épocas de billetes sueltos y, sobre todo, para recordarnos el poder que ejerce sentirse parte de una camiseta, en este caso la de River, cuya propiedad parece haberse estancado en el túnel del tiempo.
Excelente nota que pinta muy distintas idiosin- crasias.
ResponderEliminarEn España-aún existiendo la competitividad lógi- ca de toda competencia- no surgen las urgencias y el frenesí que las pasiones sí provocan en la Argentina.
Y en especial en sus denominados"clubes grandes"
De allí lo insólito del caso de Independiente, que,adeudando una cifra varias veces millonaria, se da el lujo(o se lo permitan dar) de adquirir nueve o diez figuras como si nada...
Y San Lorenzo "amaga" con algo parecido.
¿Y las tan mentadas inhibiciones?
En fin... Dejémoslo ahí...
Porque cuando de promedios se trata, no existen
inhibiciones que valgan. ¿O no?
Además, qué lamentable resulta ver como jugado-
res muy jóvenes-surgidos en las "canteras" de clubes importantes- deban emigrar.(Aún antes de
desplegar todo su potencial futbolístico).
Tales los casos de Mouche (Boca),Rodriguez (In-
dependiente) o Botinelli (San Lorenzo),por citar
algunos ejemplos.
Pero esto es así, en la Argentina de las malas
administraciones deportivas.
Y -por como viene la cosa- así seguirá siéndolo.
Y los días sin fútbol, seguirán dando paso a los
días sin tino...
Felicitaciones a Neira. Y¡a seguir leyéndolo!
J.H.N.
"Los dias sin futbol" son -en esta Argentina que sacrifica la prudencia presupuestaria en pos de audacias exitistas- "Los dias sin ahorros". Los clubes,casi en su totalidad en rojo- parecieran estar en verde como los semaforos- e incurren en gastos que superan con creces sus posibilidades.
ResponderEliminar¿Y las tan mentadas inhibiciones para reforzarse?
Muy bien, gracias...
Es que "el espectaculo debe continuar" y el rojo del pasivo
pasa a ser una anecdota. (En especial para el rojo -valga la
paradoja- de Avellaneda).
Al cual imita su vecino blanquiceleste -algo menos apremiado
en sus arcas y en su promedio- y agudizando el ingenio para nivelar la balanza...
San Lorenzo.urgido de refuerzos y de puntos, no quiere ser
menos y "tira la casa (lease el club) por la ventana..."
River,deja ir a dos grandes figuras adelante, pero incorpora mas de lo que libera.
Y hasta Boca que -no obstante la inesperada ida de Riquelme-
se mantenia armado, pareciera entrar en "la fiebre"de los refuerzos...
Bien es cierto que la libertad de muchos jugadores, redujo
los presupuestos de "los grandes" en gran parte.
Pero esto mas que ser un "alivio" en sus finanzas, pareciera
que ha obrado como un "piedra libre" en sus gastos.
En contraposicion, clubes bien administrados financieramente -tales los casos de Velez y Lanus,no solo evitan comprar mucho-sino que venden figuras.(Camoranesi el primero y Baro- vero,Ortiz y Fernandez el segundo).
Politica que les permite dar mayor cabida a futuros valores de las inferiores.
Modalidad que -de acuerdo a sus ultimas campañas- pareciera ser altamente positiva...
En fin... Por no administrar bien los que tienen mas seguidores, estan como estan...
Y por hacerlo con mas tino los que cuentan conmenos adeptos,
crecen como crecen...
Vale decir: falsamente poderosos por un lado y autenticamente equilibrados por el otro.
Por eso, concuerdo con su nota -Neira- y espero con interes las subsiguientes.
L. C.H.