Dí María, Palacio y Agüero, en el festejo del gol del Kun. |
El seleccionado argentino de Alejandro Sabella
volvió a dar un paso vital para confirmar su presencia en Brasil
2014. O dos. En la doble fecha de Eliminatorias, mantuvo la distancia
con su escolta, Colombia, y sobrevivió en la altura de Quito,
que hasta ayer había sido testigo del pleno de victorias de
Ecuador en el estadio Olímpico Atahualpa. Allí donde la pelota
“no dobla”, Argentina tampoco detuvo su camino hacia el Mundial. A pesar de
haber obtenido dos puntos sobre seis, salió ileso ante dos rivales complicados y
en medio de situaciones adversas.
Si el resultado en Quito fue idéntico al conseguido en marzo en La Paz, el análisis también debe realizarse bajo los mismos parámetros debido al contexto: el factor altitud, las notorias ausencias, la racha del rival
y los antecedentes. Es evidente que en el borrador del rendimiento argentino
quedó pendiente la falta de acierto -en ambos partidos- en el área rival y
solucionar una riesgosa tendencia a retrasarse demasiado, como ocurrió en el
segundo tiempo de ayer. Pero en limpio, la realidad muestra a un equipo difícil
de superar y cuyo nivel de competitividad abre cada vez más la puerta del
Mundial. Y en la máxima competición, este aspecto toma una trascendencia que
puede definir el futuro de un equipo.
En el esperado choque ante Colombia, el conjunto albiceleste
debió superar algunos obstáculos que se tornaron relevantes: a la delicada salud
de Messi y a la ausencia de Gago, panorama repetido también ante Ecuador, se
sumó la temprana expulsión de Higuaín, más influyente que la roja a Zapata en el
desarrollo del juego. El vacío que dejó el “Pipita” con sus desmarques de
ruptura acabó dificultando la circulación y erosionando la finalización del
ataque argentino.
Frente a este escenario, apareció en ambas citas la figura de
Di María, quien de a ratos aparcó su disfraz de Angel
y se vistió de Leo para hacer diabluras. Integrante clave (junto al Pipa y a
Agüero) del terceto que suele secundar a Messi, su protagonismo en ataque
siempre estuvo acompañado por su habitual sacrificio para colaborar en defensa
demostrando ser una primera opción fiable para las grandes citas.
Contrariamente, Fideo también debe comprender que para influir mejor en los
momentos importantes de un partido, en ocasiones es necesario dosificarse en una
acción puntual antes que llegar sin energías a los minutos trascendentales.
A su vez, para el duelo con Ecuador, el ya clásico 5-3-2
versión altura de Sabella consistió –al igual que en La Paz- en acumular mucha
gente en su propio campo. El gol de penal del Kun al minuto de juego suponía una
parte decisiva del plan: golpear primero y que aparecieran los espacios para Di
María y Rodrigo Palacio, pero Argentina se abusó de esa ventaja y, por momentos,
padeció defendiendo tan atrás.
En este contexto, Peruzzi y Rojo fueron siempre laterales y
nunca volantes, lo que generó debilidad en la zona media. Esta situación
coincidió con el momento de Jefferson Montero en el partido: al lateral de Vélez
“le tocó bailar con la más fea” y en los primeros 45 minutos no supo cómo
“sacársela” de encima a lo largo de la fiesta.
El extremo izquierdo se transformó, a base de gambetas, en la
vía por la cual Ecuador iba en busca del empate, que llegó tras una falta
generada por el propio Montero y culminada con un cabezazo de Segundo Castillo
en el área chica de Romero. La magnífica ejecución de la falta quizás exime de
cierta responsabilidad al quedo del arquero aunque no a su posicionamiento
inicial, clavado bajo los tres palos.
La segunda parte fue la confirmación del dominio territorial ecuatoriano.
Argentina se refugió fiándose al extremo de la capacidad resolutiva del
trío Garay-Basanta-Fernández y descuidó el extenso espacio entre su hombre más adelantado y el arco rival. En esta faceta, cabe destacar que la labor de los centrales fue
sobresaliente y sólo Di María, con un esfuerzo descomunal como contra Bolivia, mantuvo alguna esperanza para acertar en algún contragolpe gracias a su capacidad para estirar líneas haciendo de nexo entre los volantes y los delanteros.
Curiosamente, las embestidas del local no se tradujeron en ocasiones
manifiestas de gol sino en una constante sensación de peligro siendo Argentina,
por medio de dos acciones puntuales, quien disfrutó de las chances más
nítidas, pero ni Di María primero ni Messi más tarde tuvieron la
lucidez necesaria para sentenciar.
En definitiva, el empate, más valorado por la eficacia del
resultado que por la vistosidad del juego, sirve para dar otro paso hacia el
objetivo principal: el Mundial de Brasil del año que viene, cuyo pasaje podrá
adquirirse en el próximo compromiso ante Paraguay en el Monumental.
Muy bueno Mariano!! Te felicito. Quedo a la espera de tu próximo comentario.
ResponderEliminarJHN. Sin duda alguna que a medida que se suceden las notas de Mariano Neira en "El charco como testigo", se suceden también los comentarios elogiosos de sus lectores. Los cuales,seguramente,deben de ir aumentando en número día a día.
ResponderEliminarY gran verdad esa de que el empate tuvo valor más por el resultadopor fu que por lo producido por Argentina futbolísticamente.
Aguardo ansiosamente tus próximas entregas, Mariano.