El Tata Martino, principal artífice del campeonato logrado por Newell´s. |
Si hay una certeza que ofrece este final de temporada en los
diferentes puntos del mapa es la importancia de contar con una idea
definida de juego. Se dice fácil pero no deja de ser el componente
más difícil de conseguir. Aferrarse a un comportamiento determinado, creer
fehacientemente en ello y lograr implementarlo con convicción son tareas que
están al alcance de todos pero que muy pocos deciden afrontar. Claro que en un
fútbol como el argentino todo esto se torna más complicado debido a una histeria
crónica originada a nivel social y expandida en el rendimiento de los equipos.
No obstante, la reciente consagración del Newell´s del
Tata Martino enseña un camino que muchas veces se intenta
evitar.
El entrenador rosarino regresó a su segunda casa para el
Clausura 2012 cuando parecía inevitable que el club de sus amores cayera en la
tan temida zona de promoción. Por aquel entonces, la realidad marcaba un arduo
trabajo por realizar. Sin embargo, cuando la gran mayoría de entrenadores se
hubiera inclinado por planteos conservadores que asegurasen puntos, Martino
acentuó dos aspectos vitales y así comenzó una obra que perdurará para siempre:
primero convenció a sus dirigidos que debían ser protagonistas en todos los
campos y luego se mantuvo con firmeza para desarrollar su idea. Si bien su trabajo se vio favorecido por una atmósfera cuya base muestra un notable sentido de pertenencia hacia el club, los
resultados están a la vista. No sólo sacó a Newell´s de aquella lejana situación
comprometida sino que, además, lo convirtió en uno de los animadores de los
últimos tres campeonatos, con título incluido, a partir de un religioso buen trato
del balón y de una valentía para llevarlo a cabo digna de admirar por estos
tiempos.
Unos días antes de conocerse al campeón del Torneo Final,
Independiente sufrió el primer descenso de su
historia. Una prolongada etapa de turbios manejos dirigenciales y una
profunda crisis económica derivaron en la debacle actual de un club cuya época
de gloria parece haberse estancado en el tiempo. El inevitable final no debería
sorprender si se tiene en cuenta, además, la influencia que adquirió la
barrabrava dentro del club desde el mandato de Julio Comparada,
predecesor del presidente Javier Cantero. Sin embargo, las decisiones
trascendentales tomadas en los últimos años a nivel deportivo
tampoco se caracterizaron por el respeto hacia una filosofía basada en la
coherencia. En este lapso, predominó una notoria disparidad en la elección del
estilo de los técnicos, desde la asunción de Garnero hasta
este oscuro presente con Brindisi a la cabeza que desembocó en
la pérdida de la categoría.
Los casos de Newell´s e Independiente son los más relevantes ya
que grabaron a fuego las dos caras de la moneda, pero también hay otros
ejemplos cuya forma de vida acabó marcando el destino de cada equipo. En esta
lista se puede incluir, con permiso de Gareca cuyo gran trabajo
en Vélez hace rato que dejó de ser novedad, a José Romero y
Ricardo Zielinsky, quienes con All Boys y Belgrano
respectivamente, completaron temporadas por encima de las expectativas trazadas
en un principio.
Pepe dejará Floresta tras seis años magníficos. Se
marcha siendo el DT de Primera División con más duración en el cargo. En este
tiempo, consiguió darle estabilidad al club en la máxima categoría
siempre manteniendo una línea. Por su parte, el Ruso, que ascendió al Pirata de la B Nacional, logró clasificarlo a la próxima edición de la Copa
Sudamericana por primera vez en su historia. Ambos lo hicieron
partiendo desde la fortaleza grupal y apostando a la solidez defensiva como base
primordial. Sin desplegar un fútbol vistoso pero creyendo ciegamente en sus
posibilidades, alcanzaron sus objetivos a través de una idea clara. Esto también
es válido, como las generosas propuestas de Forestello en San Martín de
San Juan y de Sava en Unión, construidas en torno al buen trato de la
pelota más allá de la posición en la tabla.
Como máximo exponente de la vereda opuesta asoma
Boca, que parece encontrarse sumergido en la
nostalgia de etapas anteriores. La actual estuvo definida por una llamativa
fragilidad emocional impropia de los equipos de Bianchi. En
cuanto al juego, el Virrey volvió a delegar todo el peso ofensivo en la figura
de Riquelme sabiendo lo que le podía ofrecer pero
no supo rodearlo ni tampoco dispuso de un plan B ante su ausencia. De esta
forma, el volumen siempre dependió de lo que pudiera generar Román. Cuando éste
faltó por lesión, Boca deambuló sin brújula a excepción de algunos minutos
contra Newell´s en la ida de la Copa Libertadores sin el diez en
cancha, donde se sostuvo a base de presión.
Con River sucedió algo similar aunque con una
diferencia: la mano de Ramón Díaz elevó el nivel de las
individualidades durante gran parte del campeonato. Aún así, los de Núñez no
llegaron a plasmar una idea que los identifique. Apenas fueron un puñado
de buenas intenciones, que no es poco, con Ledesma como eje y
Lanzini como apoyo, pero dieron la sensación de no encontrar
una regularidad en el rendimiento que despejara el camino. Otro caso parecido es
el de Racing, quien no termina de consolidarse como equipo a
pesar de contar con un grupo armado, con un técnico casi renovado y con una
camada importante de juveniles que aportan frescura, desparpajo y talento.
Mientras escribo este artículo, a pocos kilómetros de distancia
del desequilibrado fútbol argentino, la Selección Española de
Vicente Del Bosque continúa a paso firme en la Copa
Confederaciones de Brasil siendo fiel a una filosofía que lo llevó a la cima del mundo. Quizás el ejemplo más claro, junto con el Barcelona,
sobre la dimensión que puede adquirir un equipo a través de una idea si además de disponer de grandes
jugadores logra encontrar el tiempo necesario y el clima apto para vivir sin
depender de nadie.
Estas maneras de vivir, también se dan en la vida misma. Muy claro tu comentario.
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