jueves, 28 de marzo de 2013

Con altura y en paz


Clemente Rodríguez y Messi festejan el gol de Banega. Argentina rescató un punto en La Paz.


La Selección Argentina de Alejandro Sabella aprobó sus compromisos de Eliminatorias ante Venezuela y Bolivia a pesar de haber estado a tan sólo un mano a mano de hacer el pleno de puntos. Tal vez por esa jugada que falló Lionel Messi sobre el final pero, sobre todo, por la superioridad demostrada durante el segundo tiempo en el estadio Hernando Siles, la despedida de los 3600 metros pudo haber sido con un triunfo, el segundo en apenas unos días tras la destacada producción frente a la Vinotinto en el Monumental, donde la Albiceleste dibujó una goleada con altura futbolística. No obstante, la otra altura, la geográfica, la que provocó agotamiento físico pero entereza grupal, ofreció un empate que pudo ser victoria y cuyo saldo dejó paz por imponerse en el juego y por no haber sido superado en el resultado en un campo con antecedentes nefastos. El 1-1 final no debe aislarse de lo que rodeaba a la cita en la previa. Y en ese contexto, sin dudas, Argentina salió fortalecido.


Sabella, que ya había visitado La Paz como ayudante de campo de Daniel Passarella en la derrota con escándalo en las Eliminatorias del 97, sabía las dificultades que conlleva jugar en la altura. Por eso acudió al ya tradicional 5-3-2 que sólo plantó ante Brasil de visitante, con Peruzzi y Clemente Rodríguez siendo más laterales que volantes, con la clara premisa de defender con mucha gente.
En el comienzo, fue Bolivia quien asumió el peso del trámite. Con este panorama, el jugador de Boca mostró, durante el primer cuarto de hora, peligrosas grietas a sus espaldas. Esto provocó que los tres centrales estuvieran dubitativos ante cada balón al área desde el sector izquierdo de la defensa. Sólo Romero, de gran labor, se erigía como el único sostén para mantener el cero. El arquero de la Sampdoria lo logró casi siempre hasta el minuto 25, momento en que llegó el gol boliviano, obra de Marcelo Martins a través de un cabezazo implacable producto de los desajustes defensivos.
La primera imagen que apareció con la desventaja fue la del catastrófico 6-1 sufrido por la Selección de Diego en las pasadas eliminatorias. Pero Argentina, lejos de sentirse aturdido por el gol, comenzó a mostrar una oportuna corrección en su posicionamiento, potenciado por una gran dosis de orgullo y coraje para revertir la situación. Con Messi visiblemente limitado en lo físico pero con un Mascherano inmenso para abarcar espacios como en su mejor etapa en River, y con un Di María estratosférico a la hora de hacer largos los contragolpes, los de Sabella se fueron acomodando hasta transformar las aproximaciones en peligros y los peligros en ocasiones manifiestas de gol. Con esta dinámica, arribó el tanto de Banega en el último suspiro de la primera parte. El volante del Valencia hizo gala del manual de un centrocampista, que aconseja llegar antes que estar, y estableció la igualdad con otro certero cabezazo después de la segunda incorporación al ataque de Clemente, siempre más productivo de mitad de cancha hacia adelante.
Con los deberes hechos desde el resultado, la segunda mitad invitaba a encontrar el punto justo de tranquilidad para no sufrir atrás y de eficacia para golpear arriba. A medida que pasaban los minutos, Argentina comenzó a mostrar sus dos caras invertidas con respecto al encuentro con Venezuela: mientras Messi, factor diferencial en Buenos Aires (y en todos lados), se iba quedando sin gasolina en los metros finales, la última línea se afirmaba y acababa el choque sin sobresaltos: Seba Domínguez y Peruzzi ya se parecían a los del Vélez campeón, Clemente comenzó a defender como en las mejores épocas del Boca de Bianchi, Campagnaro se soltó como en el Nápoli y Basanta no desentonó en ningún momento.
Dentro de esta tónica, el conjunto de Xavier Azkargorta se fue apagando lentamente. Y cuando esto pasa, se acerca el instante de Messi, siempre dispuesto a decidir cuando se lo propone en el momento que nadie lo imagina. Pero no era la tarde de Lionel. La altura hizo humano al extraterrestre y el del Barcelona careció de lucidez donde nunca falla. El mejor del mundo, que jamás pierde la capacidad para transmitir peligro cuando entra en acción, esta vez no consiguió materializar esa sensación de superioridad crónica. El diez tuvo la más clara pero el arquero Galarza le ganó el duelo.
El empate fue justo. Y valioso. Al margen de gustos por un estilo u otro, Sabella muestra sentido común a la hora de apostar por formaciones antagónicas desde el juego por su disparidad, aunque idénticas en la búsqueda del objetivo por su carácter. En definitiva, la base fundamental para la construcción de un equipo que intenta, como regla primordial, olvidar la inestabilidad de procesos anteriores apostando a la fortaleza de un plantel que refleja transitar el mismo camino.
Por eso no hay que confundirse: no fueron dos caras en un puñado de días. La misma Argentina que pasó por encima de Venezuela fue la misma que supo traerse un punto de Bolivia, con un rostro menos espectacular y ofensivo, más sacrificado y conservador, pero igual de adulto. Ese mismo rostro que busca ganar altura para alcanzar La Paz.


2 comentarios:

  1. Muy atinado lo tuyo, Mariano, como siempre, Hay mucho de real en eso de que esta Argentina de Sabela, sabe plantear los partidos de acuerdo a las necesidades.
    Más allá de la téctica y el placer estético que debemos exigir siempre a nuestros muy capaces jugadores, la altura excesiva de La Paz, es como bien señalás, un fantasma que no pudo asustar a la Argentina. Y esto es mèrito de un planteo táctico de Sabela. Y de la elección de los más aptos para soportar los más de 6.300 metros de altitud. Te sigo desde tu inicio, y se de tu adhesión al futbol bien jugado. Prdero también se de tu criterio para valorar a un técnico que, con inteligencia sabe superar problemas como los que, en este caso, planteó la altitud. Espero con interés tu próxima nota.

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