A continuación comparto el artículo que publiqué en "Cultura Redonda" (http://www.culturaredonda.com.ar/) sobre el triunfo del Bayern Múnich ante el Manchester City por la segunda fecha del Grupo D de la Champions League.
No fue una victoria más del Bayern Múnich. Por la competición, la dimensión del rival y el escenario, el duelo ante el Manchester City significaba una interesante prueba para descubrir el nivel actual del conjunto de Guardiola en las grandes citas. Los únicos antecedentes ante equipos top, que registraban la caída sin antenuantes con el Borussia Dortmund por la Supercopa alemana y el empate agónico que le dio de manera merecida la Supercopa europea en los penales ante el Chelsea, habían dejado saldos opuestos tanto en el rendimiento como en los resultados, pero ni siquiera en el título logrado frente a los hombres de Mourinho el actual campeón de la Champions League había desplegado una producción de semejante calibre. Esta vez, el balance, por juego y marcador final, en ese orden, acabó superando las expectativas con creces.
Allá por el mes de agosto, con Pellegrini y Guardiola iniciando sus respectivos proyectos, ingleses y alemanes se veían las caras en la Audi Cup, en medio de la etapa de preparación, ajena a estos alocados meses de competición oficial. De hecho, el único punto en común entre este choque y aquella remontada 2-1 del Bayern sobre el final, apenas coincidió en la iniciativa bávara por disponer de la posesión ya que ambos desarrollos distaron bastante.
Si bien el entrenador catalán, desde su asunción, no deja de sorprender con diversas variables tácticas con el fin de dominar cada situación del juego como factor diferencial para su proceso, en esta ocasión, la clave del concierto germano en el Etihad Stadium residió en la convicción arrolladora que mostró el equipo desde el vestuario para llevar a cabo una idea, cada vez más asentada, de abarcar todos los registros.
En este contexto, el sistema 4-1-4-1, con Lahm por delante de la defensa y la sorpresiva aparición de Müller como 9 por delante de la línea de Robben, Schweinsteiger, Kross y Ribery, tenía como misión facilitar una presión compacta sobre la salida del City dificultando la recepción del doble pivote para el inicio de la jugada y tapando los carriles externos, especialmente el de Navas, donde los Citizens generalmente progresan con mayor facilidad.
A su vez, la iniciativa de volver a colocar a Schweini unos metros más adelante de lo habitual, como ocurriera el pasado sábado frente al Wolfsburgo (¿alguien duda que Pep lo ensayó en la Bundesliga con toda la intención para la Champions?), posiblemente estuviese destinada a elaborar una presión alta más fiable y, al mismo tiempo, iniciar la recuperación de la mejor versión del internacional alemán dadas sus características de centrocampista box to box que piden más recorrido y menos juego estático.
Por su parte, el Manchester City se paró en un 4-2-3-1, con Agüero por detrás de Dzeko y con David Silva esperando junto a Pellegrini, quien se inclinó por el francés Nasri, de ilusionante inicio de temporada. En tanto, Micah Richards le ganaba la pulseada a Zabaleta y Gaël Clichy hacía lo propio con Kolarov. Pero apenas la pelota comenzó a rodar, las intenciones y la disposición en el campo de los locales iban a quedar reducidas a la mínima expresión en pocos movimientos, aspecto acentuado en el minuto 7 con el gol de Ribery, quien perforó las manos de un desacertado Hart con un venenoso disparo.
A partir de allí, la ventaja en el marcador a favor del Bayern no sólo comenzaría a definir la dinámica que adquiriría el trámite sino también los papeles que unos y otros interpretarían a lo largo de la noche. Mientras los del Ingeniero empezaban a padecer el partido, los de Pep daban rienda suelta a un show de control total que combinaba el vértigo innato marca de la casa y el juego de posición exportado desde Barcelona a través del minucioso trabajo impuesto por Guardiola. Nacía el Bayerlona de Múnich.
En más de una ocasión, desde este espacio, se hizo referencia a la clara intención de Guardiola de no pretender una réplica de su Barça en el Allianz Arena, pero el Bayern de hoy, el más coordinado de la temporada, recordó, con matices por supuesto, muchos aspectos del juego de posición culé, sobre todo en la primera parte.
En este tramo, se vio un tsunami de camisetas rojas presionando en campo rival seguido del compás de una orquesta sinfónica sin la dulzura de Xavi e Iniesta pero con el afinado sonido que aportan Lahm y Kross a través de una distribución segura y criteriosa. Y tras estas dos fases, aparecían los velocistas de las cabalgadas incesantes, Robben y Ribery, quienes acompañados por Müller, aceleraban una y otra vez aturdiendo al City hasta hacerlo deambular por el campo, pecando sólo de falta de remate para sentenciar la historia. Frente a este escenario, resultaba chocante ver a jugadores como Agüero o Yaya Touré correr detrás de la pelota como si fueran amateurs. El recital del Bayern lo hizo posible.
Después de un primer tiempo para enmarcar, el complemento no arrancó siendo menos. Dentro de la misma tónica, el Bayern pegó dos veces más en una ráfaga mortal: en el minuto 10, Müller ensayó una diagonal de derecha hacia el centro aprovechando un grosero error de colocación del lateral Clichy y un oportuno pase largo de Dante que lo dejó mano a mano con Hart. Con una dosis de lucidez dentro del área, gambeteó al arquero inglés y de zurda estiró la ventaja. Por supuesto, la jugada estuvo gestada por una numerosa serie de toques previos a la asistencia, como reflejo del salto de calidad en la idea que logró el Bayern en la noche de Manchester.
En tanto, apenas cinco minutos más tarde, llegó el tercero obra de Robben, quien dio un máster de amagues dentro del área hasta encontrar el hueco que le posibilitara el remate con su pierna menos hábil, distrayendo con su perfil predilecto y finalmente escogiendo la opción menos habitual. Esta vez, la jugada estuvo precedida por un robo de Bastian a Fernandinho en el círculo central, como muestra del compromiso para adaptarse a otra manera de lograr resultados, después de haberlo ganado todo.
En este sentido, la recuperación tras pérdida, al margen de la posterior calidad en la tenencia, resultó excelsa durante casi toda la noche a excepción del último tramo, que mostró lo que el Bayern es capaz de perder si saca el pie del acelerador. Tras un disparo de Müller a la madera, que pudo convertirse en un histórico 4 a 0, descontó Álvaro Negredo a falta de un cuarto de hora mediante una clase magistral de cómo debe resolver un delantero de espaldas al arco en la zona caliente sino dispone de un apoyo claro: control orientado con Boateng (expulsado minutos más tarde) a contrapiernas y giro con definición de luxe al palo largo de Neuer.
Los minutos finales ofrecieron el único momento del partido, junto a los últimos instantes del primer tiempo, en los que el City fue auténtico, con la posesión a merced de un David Silva que tendría el 2-3 en un tiro libre que dio en el travesaño. Claro que a esa altura, el Bayern ya se sabía ganador, no sólo por la diferencia en el marcador, insalvable, sino por el sometimiento ejercido a lo largo de 75 minutos de superioridad total.
Ribery celebra con Alaba el primer gol de la noche. Era el comienzo del show del Bayern. |
No fue una victoria más del Bayern Múnich. Por la competición, la dimensión del rival y el escenario, el duelo ante el Manchester City significaba una interesante prueba para descubrir el nivel actual del conjunto de Guardiola en las grandes citas. Los únicos antecedentes ante equipos top, que registraban la caída sin antenuantes con el Borussia Dortmund por la Supercopa alemana y el empate agónico que le dio de manera merecida la Supercopa europea en los penales ante el Chelsea, habían dejado saldos opuestos tanto en el rendimiento como en los resultados, pero ni siquiera en el título logrado frente a los hombres de Mourinho el actual campeón de la Champions League había desplegado una producción de semejante calibre. Esta vez, el balance, por juego y marcador final, en ese orden, acabó superando las expectativas con creces.
Allá por el mes de agosto, con Pellegrini y Guardiola iniciando sus respectivos proyectos, ingleses y alemanes se veían las caras en la Audi Cup, en medio de la etapa de preparación, ajena a estos alocados meses de competición oficial. De hecho, el único punto en común entre este choque y aquella remontada 2-1 del Bayern sobre el final, apenas coincidió en la iniciativa bávara por disponer de la posesión ya que ambos desarrollos distaron bastante.
Si bien el entrenador catalán, desde su asunción, no deja de sorprender con diversas variables tácticas con el fin de dominar cada situación del juego como factor diferencial para su proceso, en esta ocasión, la clave del concierto germano en el Etihad Stadium residió en la convicción arrolladora que mostró el equipo desde el vestuario para llevar a cabo una idea, cada vez más asentada, de abarcar todos los registros.
En este contexto, el sistema 4-1-4-1, con Lahm por delante de la defensa y la sorpresiva aparición de Müller como 9 por delante de la línea de Robben, Schweinsteiger, Kross y Ribery, tenía como misión facilitar una presión compacta sobre la salida del City dificultando la recepción del doble pivote para el inicio de la jugada y tapando los carriles externos, especialmente el de Navas, donde los Citizens generalmente progresan con mayor facilidad.
A su vez, la iniciativa de volver a colocar a Schweini unos metros más adelante de lo habitual, como ocurriera el pasado sábado frente al Wolfsburgo (¿alguien duda que Pep lo ensayó en la Bundesliga con toda la intención para la Champions?), posiblemente estuviese destinada a elaborar una presión alta más fiable y, al mismo tiempo, iniciar la recuperación de la mejor versión del internacional alemán dadas sus características de centrocampista box to box que piden más recorrido y menos juego estático.
Por su parte, el Manchester City se paró en un 4-2-3-1, con Agüero por detrás de Dzeko y con David Silva esperando junto a Pellegrini, quien se inclinó por el francés Nasri, de ilusionante inicio de temporada. En tanto, Micah Richards le ganaba la pulseada a Zabaleta y Gaël Clichy hacía lo propio con Kolarov. Pero apenas la pelota comenzó a rodar, las intenciones y la disposición en el campo de los locales iban a quedar reducidas a la mínima expresión en pocos movimientos, aspecto acentuado en el minuto 7 con el gol de Ribery, quien perforó las manos de un desacertado Hart con un venenoso disparo.
A partir de allí, la ventaja en el marcador a favor del Bayern no sólo comenzaría a definir la dinámica que adquiriría el trámite sino también los papeles que unos y otros interpretarían a lo largo de la noche. Mientras los del Ingeniero empezaban a padecer el partido, los de Pep daban rienda suelta a un show de control total que combinaba el vértigo innato marca de la casa y el juego de posición exportado desde Barcelona a través del minucioso trabajo impuesto por Guardiola. Nacía el Bayerlona de Múnich.
En más de una ocasión, desde este espacio, se hizo referencia a la clara intención de Guardiola de no pretender una réplica de su Barça en el Allianz Arena, pero el Bayern de hoy, el más coordinado de la temporada, recordó, con matices por supuesto, muchos aspectos del juego de posición culé, sobre todo en la primera parte.
En este tramo, se vio un tsunami de camisetas rojas presionando en campo rival seguido del compás de una orquesta sinfónica sin la dulzura de Xavi e Iniesta pero con el afinado sonido que aportan Lahm y Kross a través de una distribución segura y criteriosa. Y tras estas dos fases, aparecían los velocistas de las cabalgadas incesantes, Robben y Ribery, quienes acompañados por Müller, aceleraban una y otra vez aturdiendo al City hasta hacerlo deambular por el campo, pecando sólo de falta de remate para sentenciar la historia. Frente a este escenario, resultaba chocante ver a jugadores como Agüero o Yaya Touré correr detrás de la pelota como si fueran amateurs. El recital del Bayern lo hizo posible.
Después de un primer tiempo para enmarcar, el complemento no arrancó siendo menos. Dentro de la misma tónica, el Bayern pegó dos veces más en una ráfaga mortal: en el minuto 10, Müller ensayó una diagonal de derecha hacia el centro aprovechando un grosero error de colocación del lateral Clichy y un oportuno pase largo de Dante que lo dejó mano a mano con Hart. Con una dosis de lucidez dentro del área, gambeteó al arquero inglés y de zurda estiró la ventaja. Por supuesto, la jugada estuvo gestada por una numerosa serie de toques previos a la asistencia, como reflejo del salto de calidad en la idea que logró el Bayern en la noche de Manchester.
En tanto, apenas cinco minutos más tarde, llegó el tercero obra de Robben, quien dio un máster de amagues dentro del área hasta encontrar el hueco que le posibilitara el remate con su pierna menos hábil, distrayendo con su perfil predilecto y finalmente escogiendo la opción menos habitual. Esta vez, la jugada estuvo precedida por un robo de Bastian a Fernandinho en el círculo central, como muestra del compromiso para adaptarse a otra manera de lograr resultados, después de haberlo ganado todo.
En este sentido, la recuperación tras pérdida, al margen de la posterior calidad en la tenencia, resultó excelsa durante casi toda la noche a excepción del último tramo, que mostró lo que el Bayern es capaz de perder si saca el pie del acelerador. Tras un disparo de Müller a la madera, que pudo convertirse en un histórico 4 a 0, descontó Álvaro Negredo a falta de un cuarto de hora mediante una clase magistral de cómo debe resolver un delantero de espaldas al arco en la zona caliente sino dispone de un apoyo claro: control orientado con Boateng (expulsado minutos más tarde) a contrapiernas y giro con definición de luxe al palo largo de Neuer.
Los minutos finales ofrecieron el único momento del partido, junto a los últimos instantes del primer tiempo, en los que el City fue auténtico, con la posesión a merced de un David Silva que tendría el 2-3 en un tiro libre que dio en el travesaño. Claro que a esa altura, el Bayern ya se sabía ganador, no sólo por la diferencia en el marcador, insalvable, sino por el sometimiento ejercido a lo largo de 75 minutos de superioridad total.
Muy buen título, muy buena comparación, muy buena nota... muy bueno lo tuyo!!
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