Manzdukic, en el momento de anotar el 1 a 0. Golazo. |
El Bayern Múnich logró una nueva victoria en la Bundesliga dejando atrás el recuerdo de aquellos primeros dos puntos resignados en Friburgo unos días antes de quedarse con la Supercopa de Europa frente al Chelsea de Mourinho. El 2 a 0 final ofreció pasajes calcados a los recorridos en las primeras cuatro jornadas que se repetirán a lo largo del curso con rivales que visiten el Allianz Arena decididos a encerrarse cerca de su arco: un dominio territorial absoluto, con la posesión como herramienta vital, acompañado por un necesario baño de lucidez en los últimos metros para abrir el muro de turno. Cuando se logra, llegan los minutos de carreras en velocidad que suelen acabar en los alrededores del meta visitante con excesivo aroma a goleada. O lo que es lo mismo, asoma el Bayern auténtico, en su estado más puro.
Lo visto frente al Hannover 96 fue otro capítulo de la misma serie que se apreció en semanas anteriores contra el G´ladbach o el Nürnberg. La historia, que parece dividirse claramente en dos partes separadas por el primer gol muniqués, se repite semana tras semana: frialdad hasta encontrar los huecos que encarrilen el trámite y galopes incesantes para explotar los espacios que escarben la herida del rival.
El triunfo de hoy, como los otros, es el del mérito a la paciencia, rasgo típico de los equipos de Guardiola y elemento indispensable para llegar al tramo del encuentro, el de los espacios, que más le gusta al campeón de Europa dadas las características naturales de sus futbolistas.
Mientras transita su búsqueda particular, Guardiola dispuso para esta ocasión un 4-2-3-1 que de a ratos se convirtió en un 4-2-4 en fase ofensiva. Con Rafinha y Van Buyten desde el comienzo (Schweinsteiger estuvo en el banco pero fue reservado para el compromiso de Champions) y Lahm y Kross en el doble pivote, lo novedoso del planteo radicó en el intercambio de posiciones entre Müller y Robben con respecto a otros partidos, viéndose al alemán como extremo y al holandés en la mediapunta, listo para aprovecharse del terreno que generara Manzdukic fijando a los centrales Marcelo y Sané.
Los de Pep controlaron el balón durante los noventa minutos pero el dominio fue incómodo, sobre todo en la primera parte cuando el Hannover logró cerrar todos los espacios en su campo y a la vez dispuso de dos oportunidades claras para ponerse en ventaja: primero a través de un córner y, sobre el filo del descanso, tras un tiro al palo de Ya Konan que descolocó a Neuer.
El Bayern disfrutaba de la posesión pero se veía espeso a la hora de traducir la tenencia en ocasiones de gol. Mirko Slomka ordenó ayudas constantes en las bandas para evitar situaciones de uno contra uno, con especial atención sobre la zona fuerte muniquesa, comandada por Ribery y Alaba, quienes cayeron en la trampa del tándem Sakai-Stindl durante varios pasajes del juego.
El Bayern disfrutaba de la posesión pero se veía espeso a la hora de traducir la tenencia en ocasiones de gol. Mirko Slomka ordenó ayudas constantes en las bandas para evitar situaciones de uno contra uno, con especial atención sobre la zona fuerte muniquesa, comandada por Ribery y Alaba, quienes cayeron en la trampa del tándem Sakai-Stindl durante varios pasajes del juego.
No obstante, el segundo tiempo fue otro cantar, especialmente por la ya mencionada llegada del primer gol bávaro, bisagra en este tipo de situaciones. Bastaron apenas 6 minutos para que Robben, que venía solicitando espacios en la frontal del área, recibiera de Ribery, se girase y esperara el inteligente desmarque de Kross (llegar es mejor que estar), quien con un toque de primera habilitó al solitario Mandzukic para dar paso "al otro partido". Curiosamente, pese al poderío que posee el Bayern en sus bandas (a falta de Lahm en el lateral, las proyecciones de David Alaba son brutales), el tanto que hizo ver la luz llegó por dentro, con Robben como símbolo de la innovación de turno.
Más tarde cayó el gol de Ribery, quien combinó con el propio Robben, su mejor aliado, en una jugada iniciada tras un fallido despeje de la zaga visitante y sucedida por un remate de Arjen que Zieler había logrado detener con dificultad. A esa altura, la diferencia de dos goles resultaba un abismo para las posibilidades del conjunto visitante y algún gol más hubiese encajado sin discusión en la dinámica en la que desembocó el choque.
Los minutos finales le sirvieron al Bayern para dosificar algunas piernas, para evitar segundas tarjetas y, principalmente, para reafirmar el vértigo que atesora con metros por delante, ese que Guardiola pretende mantener religiosamente en la zona de tres cuartos y que llevó al equipo a ganar el triplete con Heynckes.
En el fútbol nunca puede darse nada por sentado, en absoluto, pero la sensación que dejan los triunfos del Bayern ante rivales de esta envergadura (léase que casi resignan atacar a costa de acumular efectivos en su campo), es que los finales parecen inevitables una vez abierto el marcador a su favor.
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