El fútbol
actual no se encuentra ajeno a la necesidad de ganar que se vive en tiempos de exitismo desmedido.
El eterno debate entre ´jugar bien` y ´jugar bonito` es tan remoto como
apasionante y en él se suelen exponer dos claros conceptos que muchos definen como opuestos,
como si la convivencia entre ambos resultara imposible. Pero mejor comencemos a
deshojar la margarita.
Por un lado, aparecen aquellos que te “invitan” al teatro si buscás emocionarte y que presumen
de solidez y efectividad. En el otro rincón, asoman los que hacen alarde de la
estética como idea principal y promulgan pensar en el arco rival como una
prioridad innegociable.
Si hay algo
que aprendí en todos estos años, es que los extremismos nunca fueron buenos
consejeros y, por lo tanto, ambas apuestas, si se matizan, pueden ser
compatibles. El ejemplo de mayor alcance mediático que se analiza actualmente en Argentina es el juego del Boca Juniors de Julio Falcioni, el más
sólido y efectivo para muchos, el más mediocre de los últimos campeones, para
otros. En este caso, ambas definiciones son reales, pero es innegable que acabó
siendo el mejor equipo, no sólo porque fue campeón sino además porque jugó
bien.
Y aquí surge
la primera consigna: ¿qué es jugar bien? Sin dudas, hacer las cosas mejor que
el rival, y este Boca las hizo. Es verdad que, quizás, no será recordado por
haber desplegado un fútbol que emocione a los hinchas, pero es indudable que
fue el mejor. Y para comprobarlo, sólo habría que compararlo con los equipos contra los que compitió y no con los grandes campeones de la historia.
E
inmediatamente se despliega la segunda: aún jugando bien y ganando, ¿se puede
jugar mejor hasta alcanzar el tan deseado brillo y seguir consiguiendo resultados? Por
supuesto, aunque resultará complicado encontrar entrenadores que modifiquen su
filosofía en un mundo que constantemente exige ganar. Generalmente, estos valientes, fuertemente preparados para sostener la idea que los elevó a la gloria, eligen "morir con la suya" dándole continuidad a la apuesta con la que consiguieron el resultado que asegura su nómina mensual.
En la vereda
de enfrente aparecen los que izan la bandera del ´jogo bonito`. Los amantes
del juego raso y arriesgado, los que piensan más en el arco rival que en el
propio, los que buscan como resultado que el juego de su equipo sea recordado también quieren ganar. Todos
quieren ganar, lo que varía es el camino que escogen para buscar la victoria.
Ambas maneras de entender el fútbol son respetables. Y deben serlo. Porque como suele decirse en el ambiente futbolero, cada entrenador tiene su librito y hay muchas formas de llegar al éxito. En Argentina, los equipos de César Luis Menotti y de Carlos Salvador Bilardo, por citar los ejemplos más recordados, obtuvieron títulos atravesando diferentes caminos.
Ambas maneras de entender el fútbol son respetables. Y deben serlo. Porque como suele decirse en el ambiente futbolero, cada entrenador tiene su librito y hay muchas formas de llegar al éxito. En Argentina, los equipos de César Luis Menotti y de Carlos Salvador Bilardo, por citar los ejemplos más recordados, obtuvieron títulos atravesando diferentes caminos.
La prueba
más precisa de que se pueden complementar ambas maneras de ganar la personifica
el Barcelona de Josep Guardiola, para muchos el mejor de la historia. El
equipo español atesora un altísimo grado de belleza en su juego, con Xavi
Hernández, Andrés Iniesta y Lionel Messi entre sus máximos exponentes, pero
también una gran predisposición para recuperar el balón con esfuerzo,
solidaridad, coordinación y efectividad en campo rival. Es por este conjunto de
características que acabó enamorando a todos: porque emociona y porque, además, obtiene
resultados. Lo más cercano a la perfección.
El Real
Madrid de José Mourinho, otro de los mejores equipos de hoy, se sitúa en la sombra de los elogios que recibe el Barça actual. Sufre la
existencia de los blaugranas. Probablemente poseedor de la mejor plantilla del
mundo, a los blancos no se los reconoce como debería aún conservando un inmenso potencial en
ataque que traducen en una efectividad goleadora con números bestiales. El Madrid elije otra ruta: la de la solidez, la
de la verticalidad, la del juego directo. Muchas veces no
brilla, pero gana casi siempre merecidamente. Y cuando no reúne los méritos
suficientes, le basta con la aparición de alguna de sus individualidades, esos cracks que cualquier club del mundo querría tener.
También es importante pensar que cada propuesta futbolística, sea cual sea, suele potenciarse
cuando quienes la llevan a cabo son futbolistas de jerarquía, que creen en lo que hacen, que están aptos para tomar riesgos y que llevan incorporado en su ADN la tan abstracta pero decisiva mentalidad
ganadora. De lo contrario, la idea carecerá de la consistencia necesaria para
conseguir el objetivo y se diluirá en el camino de la búsqueda.
Un punto
importante acerca del atrapante debate entre hacer lo suficiente para superar
al rival o desplegar un juego que permanezca en la retina de los aficionados,
tiene que ver con el ya mencionado y famoso librito de cada entrenador, directamente
relacionado con la esencia de la filosofía de su juego. Dicho esto, si bien muchas veces se escucha a los técnicos expresar que construirán sus equipos en función de los jugadores que
dispongan, es cierto también que cada uno lleva consigo una manera de sentir el fútbol que los moviliza a tomar decisiones ligadas con la tendencia que más se identifican.
Un claro
ejemplo lo encarna Diego Pablo Simeone. Su versión del Racing 2011 obtuvo un
meritorio segundo puesto en el campeonato argentino, cosechando apenas dos
derrotas y recibiendo sólo ocho goles en contra. Visto desde otro ángulo, también
podría apuntarse que acabó a trece puntos del campeón (Boca Juniors) y que
consiguió una gran solidez defensiva a costa de resignar un mayor volumen de
juego en ataque, teniendo entre sus filas a futbolistas como Patricio Toranzo, Giovanni
Moreno y Teófilo Gutiérrez, que invitaban a realizar un planteo más ofensivo. En
cambio, la actualidad que atraviesa en el Atlético de Madrid nos muestra al Cholo ejecutando planteamientos
similares (fiel a su manera de sentir a la que hacía referencia en el
párrafo anterior), aunque con estadísticas (léase cantidad de llegadas al área
rival) diferentes. En el Calderón suele verse un equipo sólido, y aunque mayormente
contragolpeador, también agresivo en ataque, logrando rodear al mediapunta
brasileño Diego con la calidad de Adrián López, la velocidad de Eduardo Salvio
y el apoyo de Gabi, condimentos que le dan sustento a la contundencia de Radamel
Falcao.
Formas, maneras,
esencias, ideas, filosofías. Todas son válidas, todas son respetables. Unas
sirven para lograr un objetivo, otras se quedan en el intento de quedar grabadas a fuego, algunas son recordadas a pesar de no haber logrado un título y sólo de vez en cuando asoma una generación que coincide para lograr el ideal desplegando un fútbol total y dejando una huella indeleble, como la Selección Española que alzó la Copa del Mundo o este Barcelona de Pep Guardiola. Ellos no sobreviven sino que, además de intentar emocionar, viven emocionando.
Me ha gustado mucho el articulo este que has escrito. Coincido bastante en lo que has expresado en este bonito blog. Se ve que eres un tio que sabe del tema.
ResponderEliminarUn cariño grande.
Gracias José Luis! Me alegro que puedas disfrutar con el blog! Un abrazo!
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