La imagen lo dice todo: la impotencia de Leo Messi tras el segundo gol del Milán. ¿Y ahora? |
Las derrotas del Barcelona, cuando suceden, complican las crónicas y
los análisis por el mero hecho de no ser habituales. Acostumbrados a ver un
equipo que resuelve los partidos casi siempre con éxito, un traspié como el de
San Siro obliga a reflexionar sobre algunas cuestiones que se tornan
fundamentales.
El juego del Barça es adictivo: cuanto más partidos juega (casi siempre lo hace bien y bonito), más ganas dan de sentarse frente a la pantalla para verlo. Ante cada recital, nunca faltan las conclusiones de tinte poético que describen saludablemente su bello andar. Nada fuera de lugar. Todo acorde al contexto que crea semana tras semana. Hasta que un día, muy de vez en cuando, un 2 a 0 en contra en la ida de octavos de Champions provoca una dura caída a tierra que escuece incluso al mejor equipo del mundo. Y el impacto, al mismo tiempo, les recuerda a los incrédulos lo curioso que resulta este bendito deporte llamado fútbol.
Ya decía Guardiola de lo difícil que es revalidar títulos "cuando todos te dicen que eres alto, fuerte y guapo", de lo complicado que es ganar después de ganar, pero mientras él transmitía tensión a sus jugadores ante rivales teóricamente inferiores, un sector del periodismo y la opinión pública blasfemaba contra su persona por considerar que aquellos discursos venían con “falsa humildad”. En realidad, no contemplaban que un gran entrenador pudiera ser también gran psicólogo puertas adentro y mejor interlocutor de cara a la galería. Más todavía cuando una de las premisas para ser un gran entrenador se trata justamente de eso, de adoptar no sólo un discurso sino una actitud de respeto hacia cualquier rival, alejado del ejercicio de subestimar, consciente de que un desliz, por mínimo e intrascendente que parezca, sólo puede provocar decepciones. Pep, como ahora Tito, hacen culto de aquello.
Pero ahora toca ir al grano. El Barça jugó mal y punto. Como reflexiona en su exquisito análisis el bueno de Martí Perarnau, jugó mal porque atacó mal. Y cuando ataca mal defiende peor. Cuando el Barcelona se atraganta buscando, asoma el Barcelona que transita erróneamente hacia atrás. Según dicta su consciencia colectiva, un aspecto va de la mano del otro. Por eso debe resolver su tendencia a enquistarse frente a los atascos ofensivos que le plantean este tipo de rivales en este tipo de circunstancias. Sobre todo, porque el problema seguramente vendrá acompañado de descoordinadas transiciones defensivas. Teniendo en cuenta experiencias pasadas, no debería sorprender lo que ocurrió en Milán.
Ya decía Guardiola de lo difícil que es revalidar títulos "cuando todos te dicen que eres alto, fuerte y guapo", de lo complicado que es ganar después de ganar, pero mientras él transmitía tensión a sus jugadores ante rivales teóricamente inferiores, un sector del periodismo y la opinión pública blasfemaba contra su persona por considerar que aquellos discursos venían con “falsa humildad”. En realidad, no contemplaban que un gran entrenador pudiera ser también gran psicólogo puertas adentro y mejor interlocutor de cara a la galería. Más todavía cuando una de las premisas para ser un gran entrenador se trata justamente de eso, de adoptar no sólo un discurso sino una actitud de respeto hacia cualquier rival, alejado del ejercicio de subestimar, consciente de que un desliz, por mínimo e intrascendente que parezca, sólo puede provocar decepciones. Pep, como ahora Tito, hacen culto de aquello.
Pero ahora toca ir al grano. El Barça jugó mal y punto. Como reflexiona en su exquisito análisis el bueno de Martí Perarnau, jugó mal porque atacó mal. Y cuando ataca mal defiende peor. Cuando el Barcelona se atraganta buscando, asoma el Barcelona que transita erróneamente hacia atrás. Según dicta su consciencia colectiva, un aspecto va de la mano del otro. Por eso debe resolver su tendencia a enquistarse frente a los atascos ofensivos que le plantean este tipo de rivales en este tipo de circunstancias. Sobre todo, porque el problema seguramente vendrá acompañado de descoordinadas transiciones defensivas. Teniendo en cuenta experiencias pasadas, no debería sorprender lo que ocurrió en Milán.
Esta faceta más humana del Barcelona de Tito, tan esporádica como real, responde a un demérito en el funcionamiento ante determinadas
situaciones que a día de hoy el equipo todavía no logró resolver. Cuando los rivales se encierran
deliberadamente cerca de su área, el Barça actual (como le pasó al de Pep en citas puntuales) corre riesgos de acabar
golpeado si la idea
no prospera.
Al margen de las diferencias entre un proceso y otro, esto se da por un cúmulo de situaciones mal ejecutadas que responden a un mismo patrón: pérdida de la posesión en zonas de peligro (léase en campo propio) o pérdidas en campo rival no abortadas por una rápida recuperación del balón, cuya función ejerce como inicio del siguiente ataque e, indefectiblemente, se erige como arma indispensable del trabajo defensivo blaugrana.
El Milán no llevó a cabo un planteo espléndido sino que desarrolló de manera magistral un planteo tan simple como posicionar a todos sus hombres detrás de la línea del balón cerrando espacios, basculando coordinadamente y acorralando a Messi con un máster en timming. Todo desplegado con una intensidad extrema pero leal. Esta estrategia, simple y efectiva si se realiza a la perfección y cuya labor requiere de un desgaste físico y mental brutales, pudieron lograrlo pocos equipos en los últimos cuatro años, lo que engrandece el mérito de los italianos.
Al margen de las diferencias entre un proceso y otro, esto se da por un cúmulo de situaciones mal ejecutadas que responden a un mismo patrón: pérdida de la posesión en zonas de peligro (léase en campo propio) o pérdidas en campo rival no abortadas por una rápida recuperación del balón, cuya función ejerce como inicio del siguiente ataque e, indefectiblemente, se erige como arma indispensable del trabajo defensivo blaugrana.
El Milán no llevó a cabo un planteo espléndido sino que desarrolló de manera magistral un planteo tan simple como posicionar a todos sus hombres detrás de la línea del balón cerrando espacios, basculando coordinadamente y acorralando a Messi con un máster en timming. Todo desplegado con una intensidad extrema pero leal. Esta estrategia, simple y efectiva si se realiza a la perfección y cuya labor requiere de un desgaste físico y mental brutales, pudieron lograrlo pocos equipos en los últimos cuatro años, lo que engrandece el mérito de los italianos.
El Barça, a menudo, hizo posible que lo excepcional se transforme en habitual. Mimó demasiado a los aficionados amantes de su fútbol. Por eso parece imbatible. No por la posesión en sí, tema debatido por estas horas, sino por las decisiones que toma cuando dispone de ella. El
problema surge cuando no obtiene calidad en la tenencia y, seguidamente, no recupera la pelota con rapidez. En ese instante muestra su
otra cara, la menos vista pero la cada vez más conocida, la de San Siro. Y se convierte en el Barça de los atascos y las transiciones.
Es cierto que el primer gol llegó proveniente de una jugada aislada, y acabó envuelto en una mano no sancionada que hubiera invalidado la acción, pero no es menos cierto que el segundo tanto, que deja cuesta arriba la eliminatoria, arribó producto de un conjunto de cierres y coberturas a destiempo impropias del mejor Barça de Guardiola y cada vez más frecuentes en la etapa de Vilanova.
Expuesta esta reflexión, es válido aclarar que por un puñado de resultados adversos el modelo del Barça no se resiente desde el momento en que los intérpretes deciden aferrarse a la idea. Sin embargo, producciones como las de San Siro exteriorizan su lado más terrenal y confirman que no es invencible ni siquiera en la temporada que cosechó la mejor primera vuelta de la historia de la Liga. Ya lo demostraron el Inter y el Real Madrid de Mourinho, el Chelsea en la pasada Champions y ahora el Milán, todos ejemplos que se han visto en contadas ocasiones, aunque esto no significa que no puedan ocurrir.
La remontada sólo será posible si el Barça logra encontrarse a sí mismo, si es capaz de volver a las fuentes. Si existe un equipo que puede conseguir una proeza de esta magnitud, principalmente por la creencia en sus posibilidades, ese es el Barcelona. Ya lo dijo Xavi: "Es lo que nos falta". El Camp Nou decidirá.
La remontada sólo será posible si el Barça logra encontrarse a sí mismo, si es capaz de volver a las fuentes. Si existe un equipo que puede conseguir una proeza de esta magnitud, principalmente por la creencia en sus posibilidades, ese es el Barcelona. Ya lo dijo Xavi: "Es lo que nos falta". El Camp Nou decidirá.
Muy buen comentario!! Objetivo y mesurado.
ResponderEliminarEn fútbol -sin duda el más maravilloso de los deportes- no siempre
ResponderEliminargana el equipo más apto para jugar bien... O excelentemente bien...
Aunque el mismo se llame Barcelona.
Porque hay días grises en los cuales los grandes directores de esa
estupenda "orquesta sinfónico-deportiva" (léanse Messi,Iniesta,Her-
nández ó Fábregas) no aparecen... (Por suerte ésto suele ocurrir
excepcionalmente).
Mucho por ellos.(No son máquinas)...
Y un poco por quienes los enfrentan.(Que no son máquinas, pero se
le parecen bastante).(Léase Boateng,Ambrosini,Zapata ó Montolivo).
La cuestión es que,aunque nos cueste creerlo, perdieron los catala-
nes y ganaron los milaneses.
Pero este es el momento en que los talentosos se deben aferrar, más que nunca, a sus convicciones...
Como ,se descarta, que ha de ocurrir.
Por eso que uno-y tantos como de uno- aguardan el encuentro en
España...
Soñando con la ansiada revancha. Y la esperada clasificación.
En nombre del talento,la repentización,la estética,la búsqueda y el
gol.
Y para regocijo de los que amamos -en esencia- la belleza de este
tan hermoso juego...
Ojalá que así sea,,,
Y mis sinceras felicitaciones a Neira por la capacidad de análisis, la
agudeza de sus enfoques y el criterio de sus observaciones.
¡Espero ansiosamente su próxima nota!