lunes, 6 de mayo de 2013

El dedo de Ramón, las manos de Ramón



La imagen del dedo de Ramón quedará grabada en la historia de los Boca-River.



No se veían en un superclásico desde aquel Clausura 2002 cuando Rojas decidió cerrar la goleada con una vaselina que quedaría en la historia. Habían pasado poco más de 10 años. Demasiado tiempo para todos. Pero estaba escrito que el día llegaría. El reencuentro fue el primer domingo de mayo de 2013, en otro duelo de más palabras que fútbol. El reciente cara a cara entre Boca y River ofreció un nuevo capítulo entre Ramón y el conjunto xeneize. Esta vez, en una Bombonera dispuesta a escarbar en esa herida que River todavía no acabó de cicatrizar. Y el riojano, siempre preparado para la réplica, jugó su partido. Literalmente. Fue el día del dedo. Y de las manos de Ramón.

En la semana, una de sus manos había previsto el planteo acertado. El plan consistía en apostar por los ligeritos: decidió sentar a Luna, más acostumbrado a jugar mirando a Barovero que al arquero rival, y a Mora, pariente lejano de aquel que tenía la fórmula para hacerle goles a Boca con facilidad. La intención era clara: aprovechar las dificultades que padece Boca cuando intenta defenderse 20 metros más arriba que en la etapa de Falcioni. Para contrarrestar dicha presión, respaldó nuevamente a Rogelio Funes Mori y se inclinó por la velocidad de Juan Manuel Iturbe. La fórmula de los pibes tardó 43 segundos en dar resultado gracias a un quiebre inicial del ex del Porto cuyo primer movimiento pareció intrascendente pero que acabó en la cabeza de Lanzini tras una gran asistencia de Carlos Sánchez. Era el gol más rápido de la historia de los superclásicos. Boca se veía en desventaja antes del minuto de juego y Ledesma, con el récord del Clausura 2007 superado por sólo 6 segundos. A esa altura, el destino parecía teñido de rojo y blanco. Como en los tiempos del debut de un Saviola adolescente con gol incluido en Jujuy, era todo de Ramón.
La tendencia fue notándose con el correr de los minutos. Cada intervención de Iturbe inclinaba la balanza a favor de River, al que le faltaba más precisión para culminar todo lo positivo que generaba metros más atrás. Hasta que llegó la jugada del partido: otro centro del delantero zurdo le cayó a Sánchez, pero el uruguayo no ejecutó de manera eficaz lo que tenía planeado en su cabeza. Fue el inicio de la resurrección de Boca.
El conjunto del Virrey vive en un estado de confusión permanente. La ausencia de Riquelme le impide desplegar su juego a un equipo diagramado en torno al diez. Por eso Boca necesita de cualquier acción aislada, incluso alejada del contexto de un partido, para tomarla como referencia y poder prosperar. Ante la mínima oportunidad, se aferra a ella, como lo hizo en el gol de Silva, un especialista en sacar petróleo donde nadie lo ve. Tras un lateral, el otro pelado trianguló con Acosta y Ervitti. El zurdo se disfrazó de Román para asistir al 9 xeneize, que estampó el 1-1 con un toque a lo Palermo. Como en los viejos tiempos.
No era una escena nueva para Ramón como DT de River contra Boca: su equipo dominando el trámite y los de Bianchi golpeando sin merecerlo. Quizás por ese motivo surgió, ya en el complemento, la otra mano de Ramón. No la que tantas veces saludó con aire triunfal a las tribunas del Monumental, sino la confusa, la inoportuna, la que bloqueó la vía de ataque más clara de su equipo y desatascó la del rival: afuera Iturbe, adentro Mora.
Un rato antes de que La Doce acabara distorsionando la continuidad del superclásico con su organizado despliegue de fuegos artificiales, fueron doce los minutos que pasaron entre las dos intervenciones más relevantes de Ramón en la Bombonera. Una, en el minuto 23 del complemento, convertida en portada de los diarios del lunes, como era de suponer, con la foto principal de su dedo índice, que negaba “ser de la B” tras ser expulsado rigurosamente por Delfino. La otra, una docena de minutos antes, con la sustitución de Iturbe, carente de explicación por parte del propio técnico frente a los micrófonos desviando la atención con la misma habilidad que aplicaba en sus épocas con la 9 en la espalda.
En un fútbol que se alimenta más de lo mediático que del juego en sí, el superclásico del Torneo Final será recordado más por el dedo que por las manos de Ramón, aquellas que lo llevaron a convertirse en el entrenador más exitoso de la historia de River y que esta vez dieron en la tecla equivocada.


2 comentarios:

  1. Criterioso análisis de Mariano Neira de un Boca-River devaluado. Pero esperado, por cierto... Por Boca, para reafirmar su trayectoria reciente. Y por River, para reavivar un
    pasado remoto.
    Y, como símbolo del retorno "millonario" a la "A", el dedo de Ramón negando cualquier
    vínculo con la "B" y con el descenso sufrido.Por último -y como corolario- la mano del riojano planificando un esquema no excento de audacia.
    Nota mayúscula en su análisis para un partido minúsculoen su trámite.
    Esperamos su próxima entrega,Neira. Para seguir disfrutando con su visión atinada de
    lo que es estee juego único llamado Fútbol...

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