jueves, 31 de enero de 2013

Lo tuvo el Barça, lo peleó el Madrid

Luchan por el balón. Xavi Hernández y Xabi Alonso, pilares en el juego del Barcelona y el Real Madrid.



El Real Madrid y el Barcelona ofrecieron un espectáculo lleno de emociones en la ida de la semifinal de la Copa del Rey, primer enfrentamiento de la seguidilla de clásicos que ambos equipos protagonizarán a lo largo de este mes. Fue empate 1 a 1 con la sensación de que cualquiera de los dos pudo llevarse la victoria, aunque ciertos matices inclinaron la balanza a favor del Barça, que apareció en el partido de menos a más para acabar a la par de un Madrid que lo planteó como una final, lo peleó y no lo dejó escapar.

Y es que el Barça, tras la ventaja, estuvo cerca de finiquitar la eliminatoria sino hubiese sido por la falta de puntería en los metros finales, aún sin tener una de sus grandes noches, lo que en parte define la grandeza de este equipo. Pero enfrente se encontró a un Madrid cuyo mérito radicó en igualar el trámite a base de orgullo y tozudez a pesar de no contar con algunas piezas fundamentales. Los de Mourinho se quedaron con un mejor sabor de boca, lo cual dice mucho, o casi todo.
El partido comenzó con un Real Madrid audaz. Los primeros instantes mostraron al dueño de casa apretando a consciencia la zona media blaugrana, con una intensidad inimaginable en la previa debido a las ausencias de futbolistas como Pepe y Sergio Ramos, claves en la faceta de adelantar líneas defensivas con efectividad. En este contexto, el trabajo de presión de Xabi Alonso marcó el camino a seguir para neutralizar el poderío del Barça. El tolosarra rindió a un gran nivel en lo táctico más allá de una cierta protección arbitral crónica que le tolera abusar de su juego brusco, y que lo lleva a coquetear con los límites de lo legal en cada una de sus intervenciones. A pesar de ello, los de Roura jamás lograron superarlo con ataques organizados. Distinta fue la historia con el Barça arriba en el marcador.
El efectivo trabajo del bloque merengue llegó a destino, además, por el felíz desempeño de Essien, ocupando el lateral derecho con gran recorrido y posicionamiento, y por la figura de Varane, la revelación blanca del último mes. El francés no sólo anotó el tanto del empate, que deja la serie todavía más abierta, sino también demostró una enorme capacidad para ocupar una posición siempre compleja como es la de defensa central del Real Madrid. A través de una gran templanza, desplegó un repertorio de cierres y cruces oportunos y demostró entender el juego de maravillas. Mou no se equivocó cuando dijo que el club tenía central para 10 años con este saludable fichaje recomendado por Zinedine Zidane.
El Barcelona se vio incómodo en los primeros diez minutos, con Xavi perdiendo dos balones en zonas de peligro. Fue en ese instante cuando necesitó de Iniesta para calmar las aguas. Don Andrés se fugó de la banda para asociarse a Busquets y enseguida visualizó qué hacer para aplacar el vendaval madridista. Todo lo que diseñaban sus botas se reflejó en la primera ocasión clara de gol para los catalanes: una magistral asistencia por encima de un puñado de camisetas blancas dispuestas a abortar por tierra lo que su cerebro ya tenía planificado por aire acabó con una desafortunada definición de Jordi Alba. De los pies de Iniesta, el Barça comenzó a parecerse más al Barça de siempre.
A partir de entonces, la visita equilibró el control. Messi, generalmente rodeado, lograba girarse a cuenta gotas y cuando lo hacía era vigilado de inmediato por el embudo planeado por Mourinho. Esto no le impidió al Barça generar peligro por la zona de Dani Alves, cada vez más parecido al de años anteriores. Y una mención especial para Piqué, solucionando situaciones comprometidas con su elegancia de siempre, pero con mucha más firmeza que la temporada pasada.
El segundo tiempo varió por completo su recorrido. El Madrid ya no presionó como al principio y encima el Barça logró el gol pronto, tras una acertada presión de Messi en la salida que definió Fábregas. Con el 0-1 comenzó otro partido: apareció la versión madridisada del Barça, que propone a base de puñales y no de aquella posesión del Pep team que adormecía a los rivales hasta pegar el zarpazo. El Barça de Tito tiene una marcha más, con sus pros y sus contras. Recibiendo más goles que en la etapa de Guardiola pero también anotando más. Este es un Barça reinventado, con la misma esencia que aquel pero con vías diferentes, especialmente diseñado para resolver, en momentos concretos, posibles atascos de temporadas pasadas, como los sufridos ante el Chelsea y el propio Real Madrid.
Pero, vaya paradoja, cuando tenía todo a favor para explotar el juego que mejor le sienta esta temporada, cuando se encontró con espacios a las espaldas de la línea media rival y cuando tenía una inmejorable chance de esperar el duelo del Camp Nou con una renta tranquilizadora (si es que ante el poderío del Real Madrid se puede estar tranquilo), el Barça dilapidó una chance tras otra y dejó escapar una oportunidad única para volver a casa con otra cara. Su definición imprecisa se fusionó con el orgullo del Real Madrid, que sacó a relucir una personalidad inquebrantable, evidentemente transmitida por su entrenador, hasta conseguir la igualdad a falta de nueve minutos. Tras el gol de Varane, el mal ya estaba hecho. Al Barça se le había ido el tren de ida. Habrá que ver si en el de vuelta se sube a tiempo o si el Madrid consigue ocupar el vagón hacia la final.


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