miércoles, 27 de junio de 2012

Fútbol para todos, menos para el corazón


Arsenal ganó el campeonato argentino por primera vez en su historia. Foto: clarin.com



Su formato nos marea pero a la vez nos atrae. No sabemos si mirar la tabla de arriba o la de abajo. O las dos. En el fin de semana que se fue, el fútbol argentino ofreció una definición de infarto tanto en la Primera A como en la B Nacional. Ascensos, descensos, promociones y títulos. Ante un nivel de juego cercano a lo mediocre, manejado por las urgencias y el exitismo desmedido, las temperaturas se elevan y las emociones nunca faltan. El morbo está servido. Adelante.

En Primera División, Arsenal obtuvo el primer título local de su historia tras culminar una campaña basada en la solidez de su bloque defensivo y en la practicidad de sus atacantes. El trabajo fino y silencioso de Gustavo Alfaro dio sus frutos en un torneo en el que Boca se distrajo por su ilusión copera y en el que Tigre hizo lo propio en su intento por salvar la categoría. Ambos en la recta final. El mérito de los de Sarandí radicó en su regularidad y en la calma para resolver los choques decisivos, como el de la Bombonera.
El “otro campeón” fue Tigre, sin dudas. Si bien el título es para uno solo, en este caso podríamos dárselo a los dos. El equipo del Vasco Arruabarrena fabricó un campañón a través de un estilo definido cuyos jugadores respetaron siempre. Lo del Matador de Victoria es un cable a tierra, una demostración de que en este fútbol histérico todavía se puede ser protagonista desde el lugar que sea. Admirable la propuesta como la solidaridad que demostraron cada uno de sus intérpretes.
En la lucha por no descender, San Lorenzo superó la primera situación límite gracias a su orgullo y su dignidad. Los soldados de Caruso supieron remontar el marcador sabiéndose en descenso directo y con la presión de jugar ante su gente. Era una parada bravísima. La única forma de sortear el primer gran obstáculo era con vergüenza deportiva. Y el Ciclón la tuvo. Ahora deberá mantener la calma y recuperar las energías para la doble batalla frente a Instituto.
Como contrapunto, Banfield sí cedió y jugará la temporada que viene en la segunda categoría del fútbol argentino. Su destino parecía escrito aún cuando se situaba encima de los puestos de promoción. Fue la crónica de un descenso anunciado. Cuando los problemas futbolísticos son los menos graves en un club, mala señal. Es lo que le sucedió al Taladro, que horas después de la debacle se quedó sin presidente y sin entrenador. Aunque bajar siempre duele, también invita a la reflexión. Toca levantarse.


El caso River

Le puso el pecho. Las lágrimas de Almeyda reflejan la tensión acumulada. River volvió a la A.



El equipo. Tras su victoria con polémica ante Almirante Brown, los hombres de Matías Almeyda volvieron a la máxima categoría. Su meta era la más dura de todas, sin dudas. Ni la angustiante pelea de San Lorenzo ni la heroica lucha de Tigre por mantenerse en la A significaban tan estresantes como el regreso de los de Núñez a la elite. Ser jugador de River durante estos doce meses no era para cualquiera. Era una presión diferente, única, a la que sólo un descenso de Boca podría compararse por la magnitud que ambas masas representan para el país. De ahí el mérito de un grande que vuelve al lugar que le corresponde de acuerdo a lo que enseña su historia.
El jugador. Si bien arribó a mitad del campeonato, David Trezeguet fue el alma del equipo. Su llegada aportó jerarquía, profesionalidad y, por supuesto, goles. Hizo de su hábitat natural, el área, una escuela de la definición. El campeón del mundo, además, significó un pilar para que River supere el contexto, la situación desconocida, el presente distinto que ya es pasado.
Contrariamente a lo que manifiestan los protagonistas del mundo de la pelota, que pelear un descenso suele ser siempre más pesado de llevar que luchar por un campeonato, la situación de River fue la excepción a la regla, un caso aparte. Disputó cada partido en un ambiente raro, sumergido en un terreno en el que sino lograba el objetivo la campaña tendía a convertirse en un fracaso indeleble para cada jugador y en una tortura eterna para cada hincha. Y, muchas veces, lo exteriorizó mediante una tensión que se fue haciendo crónica. Lograr el ascenso “apenas” significaba cumplir con la historia, era lo correcto, lo normal. Y ante cada desilusión tras un empate o una derrota, el revés se tornaba desesperante: los insultos que bajaban desde la tribuna cuando las cosas no salían y la falta de reconocimiento aún cuando se ganaba desenfocaban el verdadero valor del esfuerzo realizado.

Otro que merece generosos elogios es Quilmes. El Cervecero se coló sin querer queriendo tras los traspiés de rosarinos y cordobeses demostrando que en el fútbol el factor psicológico es tan importante como los demás. Ni la ida de Caruso Lombardi a mitad de temporada ni verse en la víspera de la definición como el último de los cuatro aspirantes le hicieron perder la calma y la lucidez para lograr el ascenso directo. Su mentalidad de acero prevaleció ante las adversidades.
A los que sufren del corazón y pensaron que ya están a salvo, relájense que se vienen los partidos de promoción: Instituto-San Lorenzo y Central-San Martín de San Juan. Más nervios, más adrenalina y menos vida para los más apasionados. O más, según con qué camiseta lo mire. El fútbol argentino todo lo puede.


1 comentario:

  1. Mariano, muy atinadas -como de costumbre- tus notas. Pienso que este campeonato nos deja dos
    hechos: uno para imitar, Tigre. Por su futbol sin
    egoismos y su propuesta audaz, pero sin perder el
    equilibrio.
    Y el otro como muestra de lo que no debe hacerse,
    Banfield. Mal en el plano directivo y peor aun
    en el futbolistico.(El segundo consecuencia logica del primero). Bueno, es todo por ahora.
    Espero ansiosamente futuras notas y nada mas... ¡Felicitaciones, Mariano!

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