jueves, 22 de agosto de 2013

El juego de las diferencias

A continuación comparto el artículo que publiqué en "Cultura Redonda" (http://www.culturaredonda.com.ar/) sobre el partido de ida de la Supercopa de España que acabó en empate entre el Atlético de Madrid y el Barcelona.


David Villa, celebrando el tanto del Atleti, justamente ante su ex equipo. Volvió el Guaje.



La Supercopa de España acabó en tablas y dejó como saldo un emotivo choque entre el Atlético de Madrid y el Barcelona con dos estilos opuestos representados por Simeone y Martino, quienes sólo parecen coincidir en la nacionalidad de sus pasaportes. Ambos entrenadores argentinos recordaron de a ratos, mediante la esencia de sus ideas, aquellos duelos entre el Barça de Guardiola, reencarnado en la búsqueda del Tata por recuperar las virtudes de un equipo que alcanzó la perfección de su mano, y el Real Madrid de Mourinho, quien a través del Cholo representa una rama idónea para llevar a cabo la réplica de sus planteos en los clásicos.

Con las cartas echadas sobre la mesa en cuanto al planteamiento inicial de los equipos, sólo restaba saber cuál de las ideas acabaría imponiéndose. En este contexto, el hecho de verse las caras casi en plena pretemporada desembocó en un trámite que no debería resultar extraño: el Atlético logró plasmar su propuesta con mayor soltura. La explicación es tan simple a nivel general como clave para los intereses rojiblancos: a menudo se torna más sencillo desarrollar el estilo que busca Simeone que el que siempre desplegó el Barça y que ahora quiere recuperar Martino. Si bien tanto unos como otros llegaron padeciendo la lógica etapa de las "piernas de plomo" (por el trabajo y las giras acumuladas), también es cierto que los del Tata, que vienen de un curso culminado con más dudas que certezas, suelen alcanzar su máximo rendimiento en otra época del año, mientras que los del Cholo, que finalizaron un año y medio glorioso, comenzaron este nuevo andar con la fortaleza emocional de un equipo campeón.
Si a esto se suma el empuje de un estadio Vicente Calderón volcado con los suyos y la dificultad del factor Messi, ausente con aviso debido al arrastre de sus dolencias aunque lo de hoy haya sido apenas una contusión (para el caso es lo mismo), no es llamativo que la mayor parte del encuentro se haya jugado como quería el Atleti. 
Aquellos que volvieron a sonreir con la goleada del Barça al Levante sin detenerse en la dimensión real del rival de turno, seguramente habrán acabado con los mismos interrogantes en la calurosa noche madrileña que en el final de la temporada pasada. Y es que el conjunto catalán, que con su gran producción del domingo había conseguido despertar viejas y agradables sensaciones que potencian la dirección elegida por Martino, todavía se encuentra transitando el arduo camino del encuentro consigo mismo para recordar todo el repertorio que alguna vez lo llevó a la cima del mundo.
Las dificultades que padeció el Barça esta noche y que lo arrastraron hacia un partido incómodo para sus intereses debe servirle al Tata como referencia sobre el perfil de rivales con las características y el potencial del Atleti a los que se enfrentará durante el presente curso. La nula participación de Iniesta, la escasa influencia de Xavi y el inerte esfuerzo de Pedro se presentan, quizás, como síntomas que desembocaron, amén del gran trabajo del rival, en el bajo rendimiento mostrado. En tanto, el aporte de Fábregas y la movilidad de Neymar, más allá del efecto de su gol, tal vez aparecen como el punto de inflexión de la levantada del equipo.



Neymar impacta el cabezazo del empate. Su primer gol oficial en el Barça llegó en el momento justo.



Justamente, la intencionada predisposición del local para jugar en función de los espacios, aspecto que le hace mucho daño al Barça si se ejecuta de manera eficaz, quedó retratada en un marcado repliegue, cerrando pasillos interiores, con ayudas constantes y saliendo en velocidad para acabar la jugada cerca de Valdés. El Atleti lo ejecutó de manera brillante durante el primer tiempo y minimizó notablemente al Barça.
El 1 a 0 es el espejo de lo que buscó Simeone durante toda la noche: robar la pelota en la zona de gestación blaugrana, realizar aperturas a banda para abrir a su defensa y finalizar por el centro a través de un Villa con la sangre en el ojo. Las sonrisas y los abrazos del antes y el después ofrecieron una imagen engañosa del Guaje, que sólo quería demostrar su vigencia, al margen del sincero cariño por sus ex compañeros.
Claro que los del Cholo también recorren un mes complicado para semejante desgaste físico y mental, el cual acabó pasándole factura en el último tramo del partido, especialmente a partir del empate. Tras el 1-1, con Messi mirando desde afuera y Cesc extendiendo su abanico de movimientos y pases filtrados en la frontal del área, el Barça cambió el aroma del trámite dejando un aura de superioridad que no había conseguido en los 70 minutos anteriores. 
A su vez, Alves ya sólo corría hacia adelante, como en el centro del gol; Busquets, que jugó al límite del reglamento, ya no quedó tan expuesto, mientras que Alexis y Neymar merodeaban la zona de Courtois con mayor sensación de peligro. Enfrente, Villa no volvió a disfrutar de chances a excepción de una sobre el final, Diego Costa acabó extenuado y reemplazado y el resto del equipo deseando el pitazo final de Undiano Mallenco antes de ver cómo se esfumaba un enorme trabajo colectivo.
"Estoy orgulloso de mis jugadores", manifestó el Cholo después del partido como símbolo de un grupo que ya sabe competir contra todos los rivales y bajo cualquier circunstancia. "Nos faltó más movilidad, hacer desmarques más profundos. Esperábamos el partido que se dio, pero también pudimos ganarlo", analizó, por su parte, el Tata, quizás más conforme con el resultado que con el rendimiento de su equipo, más allá de la mejorada imagen del final.
Las diferencias entre ambos se decantarán para aquel que logre imponer su juego. El título quedó abierto y amenaza con definirse por detalles. El Camp Nou dictará sentencia.



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